lunes, 17 de febrero de 2014

Ojalá. Qué.

Ojalá sepa empezar. 

Por donde tú no lo esperas. 

Y te sorprendas. 


He olvidado la fecha. Y el nombre. (Perdóname, Emi).


Ojalá que reinvente los tejados 
sin pararse a mirar en lo inestable de tus cimientos. 
Y allí, plantarte flores. 

Que use ropa interior negra.
Que se la quites lento.
Que tenga las manos frías 
y te mire a los ojos follando.
Que se vea en los tuyos haciendo el amor.

Que camine pisando charcos 
y señale al cielo como si se supiese, 
de memoria, tus lunares. 
Que no quiera aprendérselos para vivirte de nuevo. 
Que sea un caos. 
De memoria, también. 

Que tarde menos que tú en peinarse 
y quiera abrazarte recién salido de la ducha. 
Que no haga falta el agua para ese gesto. 
Que te coja la mano, el brazo, el mundo.
Que no sea por vidas, gata.

Que te haga saltar, sudar, reír, 
y feliz
Y que no se olvide de esto último. 
Que se invente la hora y te ponga en la que ella quiera. 
Que llore hasta olvidar y que olvide para no verte llorar.
Que encuentre una puesta de sol en cada madrugada. 

Que no veas que está de puntillas en mitad de un ‘te quiero’.
Que tú aprendas a saber decirlo a tiempo.


Que sea.
Que ella. 
Pero que te recuerde a mí.
Que escueza.
Así, un poco menos, callejera.



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