martes, 2 de diciembre de 2014

Declaración de desamor.

Hablando de finales, me despido.
Parece que hasta que no lo dejo escrito,
no termino de creerme,
y así con todo lo que te he hecho:
Te he querido y no es nuevo,
pero cómo vas a echarlo de menos
después de esto.








He soportado tus últimas doscientas veintitrés faltas de tacto,
que no te hablo de tocar donde otras quieren.
He pasado frío durmiendo contigo
y te he cedido el calor que te hacía falta.
-eso sí que no tienes ni idea de lo que es-

He resumido tus negativas con que era yo el problema,
he hecho las maletas en tu contra,
me he arrancado por mareas en tus ojos
y te he sacado varias veces la sonrisa.

Te he cogido de la mano y me has partido,
has tirado por el suelo mis esquemas,
me has mimado como si fuese una niña,
te has bebido algún domingo mis problemas.

Me he querido siendo más si era contigo,
te he leído como si fueses novela,
me has llamado cuando te he necesitado
y he contado con los dedos las esperas.

Hemos ido de paseo por la playa,
Te inventaste mil palabras en mi nombre
me acostaste cuando te lo pidió el vino,
y jamás te comparé con otros hombres.

Yo te daba algo de suerte en las partidas,
me contabas cómo sería mañana,
aliviabas mi necesidad de sexo
y ahora sabes que no duermo con pijama.

Me he perdido de tus dudas para abajo,
te he besado de rodillas para arriba,
he desecho las dos camas de tu cuarto
y he besado con soltura tus manías.

Te has burlado de mi falta de memoria,
he corrido por los dos sin llevar prisa,
le he hablado de mis vicios a tus piernas
y has saciado tú la sed entre las mías.

Te diría que no es cierto lo que siento,
que sentí sentirte dentro cuando no eras,
tú sabías con cerveza lo que había,
yo buscaba que al final te dieses cuenta.

Me cogiste por la borda el primer día,
de lunar en adelante es lo que queda,
te he querido como dudo que te duelan,
ahora tengo que apartarte de las vías.


Y que sí, que dos no se olvidan si uno no quiere,
pero que el tamaño importa si a uno le duele.


Aún no sé cómo voy a perdonármelo.


martes, 25 de noviembre de 2014

Mujeres, con g.



Hay quienes no saben si invierno, o llorar.

Hablo de ella con la certeza de que volveremos a estar juntos. No es arrogancia, es salir a apostar. Porque podríamos cruzarnos de improvisto y, casi seguro, se haría la sorprendida, como si no supiese de sobra que llevo un rato mirándola. Podríamos planearlo, pero entonces, se haría aún más dura la espera; y la espera es la parte más puta de la esperanza. Podríamos hacernos entrar en razón sólo usando la boca y me bebería sus besos. Podría ahora explicaros lo bien que lo hace, pero no quiero. Joder, podría dejar de aparecerse su imagen en todos los bares, o tal vez yo debería abandonar mi intento de acurrucarme en cualquiera que pretenda parecerse a ella después del quinto ron. Cómo odio compararla tras seis copas. También podría deciros que en este punto me falta una y me tiemblan las piernas para tomar el próximo desvío. Debería apagar el ordenador, dejar esto a medias y correr por y para ella. Y también con ella. Porque todo, al fin y al cabo, desemboca en el túnel que une sus piernas. Que hablo de ella como la mujer más océana, más triángula, más imántica (a ella le gusta cuando me pongo así de idiota). Es tibia y frágil, dócil y fiera. A veces me da vergüenza decírselo, pero quién coño no iba a querer volver a verla y desgastarse la vida haciéndolo lento. No sé si me explico, habría que dejarse la vida en Granada.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Por eso y por muchas más cosas

Al sol duele menos 
cualquier mañana de 
noviembre.




Que lo mismo no sabe estar 
a la altura de las circunstancias 
cuando le apriete el cansancio 
y yo aún no quiera irme a dormir. 
Que me resulta difícil imaginarle 
vacío de tanto sexo 
cuando sólo son las seis. 

Que a lo mejor no sabrá 
qué cara poner cuando me abrace 
a su entrepierna por debajo de la mesa 
y debamos mantener la compostura 
ante el resto. 

Que quizás tiemble 
ante una mezcla de escorpiones 
y cometas al hacer la maleta 
para dejarnos  
en cualquier estación. 

Que tal vez no va a saber qué contestar 
cuando le diga que qué le parece 
esto que escribo, o en el peor de los casos, 
que lo mismo no me entiende 
cuando me eche a llorar tras un poema. 

Que a lo mejor es de los que mantiene 
la mirada fija, retirada del escenario, 
porque lucha por contener las lágrimas 
cuando sabe que estoy hablando de él. 
Que quizás tampoco conoce Lisboa, 
o probablemente no le guste la comida tailandesa, 
o no sepa bailar salsa. 

Que lo mismo le da a él más miedo que a mí 
la falta de equilibrio, lo de mis tobillos 
y andar cogidos de la mano. 
Que tal vez preferiría a alguien 
que no cayese en domingo, 
pero es que yo ya no tengo remedio. 

Que a lo mejor no conoce de memoria 
el camino de vuelta a un abrazo, 
o uno de Salinas, o el mapa de la vida; 
pero besa mis delirios, 
se acurruca junto a mí cuando hace frío, 
me borra los esquemas 
y se queda a verme bailar 
hasta que se corre el telón.




Por eso y por muchas más cosas.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Tú, tú, ¿quién soy?


Hay vidas que se me cruzan 
y besos que se atragantan 
en cualquier lugar 
del mundo.



Me conozco tanto 
que a veces me olvido. 
Otras, no me reconozco,
y esas,
esas son las mejores. 

Porque tú sonríes
con la misma boca
que me trae
a lo que soy. 
Y yo entro en el juego,
y me busco.

Bajo la vista
y me devuelves
tus ojos de boca,
es decir,
llenos de sexo. 

Que me alientan 
como si fuesen boca. 
Que me saben
como si fuesen,
boca.

Que me sirven de espejo,
como el fondo
de tu boca
donde tú me buscas a mí. 
Y me traes contigo. 

Y así,
te abres camino 
a las heridas del pecho 
(que son las más difíciles)
por el camino más fácil. 

Pero todavía,
algunas veces,
no me reconozco
y te sujeto fuerte 
para no caerme,
o al revés. 

Y me devuelves la caída, 
aunque ambos estamos
ya en el suelo. 
Y me sujetas para caernos
y que nos duela el placer.

Porque me miras 
con esos ojos de 
boca que coge aire, 
con esa lengua de mar, 
con esos dientes de prisa. 

Me muerdes 
como si fueses boca, 
como me besas, 
como me bebes. 
Cómo me tocas 
(exclamación a esto último). 

Me sabes 
a lo que sabe tu boca 
después de enseñarme 
lo que soy.
Por el lujo
de encontrarme
y mostrármelo.

Y sonríes, 
como cuando se me olvido. 
Como sé mi olvido 
y recuérdame qué somos. 
Que somos.

Y entiende que por eso,
porque me conozco demasiado,
a veces tengo que olvidarme.


Anda, vente y recuérdame quién soy.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Octubre se va a traer sin instrucciones para llevarte


Anda, tráete ya, 
que te voy a soltar
un par de rosas
(rojas, claro).



No te lo tomes a mar 
si esperas que no escueza 
cuando te hablen de mí. 
En defensa propia 
me estoy dejando querer,
que ya es bastante. 

No esperes que te desespere 
no ahora,
después de abrirme
la salida de emergencia 
que da a los restos (coge aire)
de tu vida

Que me voy 
por la puerta grande,
alejándome 
de los estúpidos cánones de belleza 
que rigen tu teoría (coge aire por los dos)
del derrumbamiento.

Esto no es un adiós, 
es sólo hasta que el olvido se olvide.
De recordarnos.
Que por qué nosotros 
y no el resto.

Que no es justo utilizar
el mismo verbo para huir
que para pedirle a alguien
que se quede. 

Te dejo de nostalgias,
de historias,
e incluso, de llamarte,
lo prometo. 

Me dejo de cuentos,
de heridas,
de poemas a tu manera de hacerlo todo
con más amor del que te crees que lo hacías. 

Que te vayas,
que te vayas bien,
cerrando mi espalda a tu paso
con un nudo que sólo tú 
sabrías volver a deshacer,
y que lo olvides (por pavor).

Que me vaya,
que me vaya bien
a tu paso por cualquier otra (aguanta, que sigo)
maldita espalda 
que me recuerde 
que una vez fuimos,
sin querer,
todo lo que al mundo
le sigue dando miedo ser.

(Aunque a ti tambíén te diese, valiente).

sábado, 16 de agosto de 2014

Te espaldo.



Te echo de menos
con las dos manos.
Pero también te espaldo,
también,
te ombligo.




Hoy me han preguntado 
que si no me sentía desnuda. 
Supongo que se referían a ti. 
Torpemente, he asentido con los ojos 
del que no puede mirar más allá 
que a una pared empapelada de recuerdos. 

He vuelto a fingir 
por complacer a los que dicen
que siempre estoy sonriendo.
(y tú también lo creías)

A veces me siento demasiado estúpida
tratando de levantar a quienes creen estar pisando cristales,
sin darse cuenta de que los llevan todos 
en sus propias manos. 

Ellos sí que no saben lo que es perderte 
por tercera vez en una vida. 
Y ni mucho menos se imaginan 
lo que es encontrarse con tus cosas 
en mitad del camino. 

Me limité al silencio 
por no dar explicaciones de la nostalgia
a los que creen tener respuesta para todo. 

Hace un par de lágrimas 
que empecé a deshacer la maleta,
de vaciarme,
de ti,
por dentro. 

Hace un par de cosas que recuerdo que,
hasta rompiéndome tú,
te saqué a bailar mientras cantaba
aquella canción para quitarte el miedo.


“Bailemos, 
porque no hacen falta palabras de más.
Bailemos, 
lejos de la gente quisiera volar. 
Prefiero que dure un segundo mi noche a tu lado
a tener que vivir en un mundo prestado,
sin tardes, sin luna y tan lejos de ti.”
Coti.

sábado, 26 de julio de 2014

Calor (joder, Robe, joder)


Nico cuando era otoño.

Fuera hace calor. No sabría decir cuánto concretamente, pero demasiado para ser una madrugada. Nunca se me ha dado bien realizar ese tipo de cálculos, atisbar distancias a simple vista o adivinar que te has afeitado tanto que cualquiera debería darse cuenta. Me vas conociendo. Estoy desnuda, anoche ni siquiera me molesté en buscar mi ropa interior. Tú duermes a mi lado. Ocupo la mitad izquierda de tu cama y aún quieres cederme la porción que te cabe en un abrazo. Hace un rato que te escucho respirar mientras tu brazo recorre mi falta de sueño. Estás arropado hasta la cintura y esbozas una media sonrisa que me reconforta todas estas horas sin dormir. Me deshago con suavidad de tus manos y busco el tacto del suelo con los pies. Camino lento hacia el baño y dejo correr el agua de la ducha. Tengo especial cariño a ese espacio tan pequeño por lo que tú ya sabes. Me seco sin esforzarme demasiado y recorro el pasillo de vuelta para encontrarte ahí. Todavía algo mojada me hago hueco en el ventrículo izquierdo de tu cama. Te beso la frente. Tú susurras algo y tiras de mí hacia el sueño. Mañana me contarás que aprendiste a volar, que conociste a un escarabajo o que llegaste a nado a la nada.


Fuera hace calor. 
No sabría decir cuántas madrugadas podría pasarme así, 
cuidándoteme los sueños que me contarás mañana.

martes, 15 de julio de 2014

Lo que da de no un sí.

Bruselas, Marzo 2014.

Ya no le busco el horizonte como al resto. Me gusta así. Está justo a mi lado. De vez en cuando me pasa la mano por el pelo, o busca las mías apoyándose en el volante, como si también quisiese conducir. Le gusta hacerlo, me lo ha dicho varias veces. La miro de reojo. Sigue absorta en el paisaje y a mí la carretera se me hace demasiado larga si no canta alguna canción desconocida. Quizás jamás las vuelva a escuchar si no son de su boca. A veces se gira para besarme con cara de olvido. Luego vuelve en sí y me sonríe por algo que aún no sé que tengo. No quiero romper el silencio, ella suele pensar ahí en sus cosas y quizás, alguna vez, me piense a mí. No quiero romper el silencio porque quizás, alguna vez, me rompa a mí. Me gusta así.



A veces alguien tiene que decirse lo que no le dicen.

lunes, 7 de julio de 2014

No me llames héroe si vuelvo roto.



Una nota a pie de página con la letra 
que me tiemblas en las manos.
Pero de corazón.
Marcos (5 años)
Febrero, 2014



Perdóname, Daniela. Anoche se me fue la fuerza por tu boca mientras soltabas amarras directas a mi cuello. Palabras llenas de dudas, ahogando a un corazón que empezaba a hacer pie en mitad de esta lluvia. Perdóname ahora si te digo que he vuelto a la posición inicial, al punto de partida contigo, donde no cabe la posibilidad de tenerte desnuda sobre mí, donde no puedo quedarme a vivir subsistiendo del beber que dan tus piernas. Perdóname cuando digo que he retrocedido a la línea de salida, que no es más que la meta vista desde tus ojos, en la que esperar a que te corras es pasar las próximas tres noches en vela creyendo que soy peor que todos tus anteriores. Perdóname si alguna vez has creído que tengo menos vértigo que tú a este precipicio, pero es que hoy, mientras tratabas de cogerme la mano para evitar mi caída, te he visto reír a doscientos miedos de altura, justo donde empieza el vacío. Perdóname, Daniela, es que desde que te conozco he querido celebrarte como un niño, con los ojos cerrados y soplándote fuerte en la nunca, en las siempres, para que pensases en mí de esta manera, como yo lo hago. Como un niño, Daniela, como despertarse el día de tu cumpleaños todo el mes de julio.

Ojalá no lo entiendas para tener que perdonarme. 
Que lo peor no es caer, es tirarse. 


Pero, por favor, no me llaméis héroe si vuelvo roto.

jueves, 12 de junio de 2014

Carnívoro, misántropo y luna llena.



"Sin palabras,
 para no herir."

Creía que estaba sola
cuando entornando la vista
me pareció ver su rostro.

Aquellos enormes ojos color tierra
tiraban de mí hacia el abismo
sin escatimar en brazos.

Noté sus manos,
rodeándome la cintura
y su aliento en mi nuca susurraba
palabras extintas de lenguas muertas de risa.

Por mi espalda,
órbitas de planetas extraños
giraban a una velocidad
digna del buen vértigo.

Besos con resquicios de frío,
a fuego dejaban estelas centelleantes,
desde su boca a mis pechos,
donde aterrizaban sus naves
cubiertas de saliva.

Carnívoro,
misántropo
y luna llena.

Fábricas de dedos,
descontrolados,
se multiplicaban por mil,
por debajo, por supuesto.

Cada poro de mi piel
abría la boca como un bebé hambriento,
saciando la sed de sus labios
en lo inferior de los míos.

Se relamía la manera
de verme temblar así.

Mi espalda, arqueada,
hacía de su cuerpo una flecha a punto
de disparar en sentido inverso,
con el filo de la lengua hacia mí,
hacia dentro,
hacía rato.

Mis puños, mis muslos, mis párpados
apretaban con fuerza
el gatillo de querer sentir aquel cuerpo fugaz,
deseable, deseado,
a punto de hacerme estallar,
con juegos artificiales
a ras y dentro de la piel.

Confeti, luces de colores
y serpentinas llenaron el suelo.

Entonces, 
me cegó ver su rostro,
sus ojos color tierra, sus brazos,
sus manos, su aliento,
el vértigo, el frío, la saliva,
la carne, la boca seca,
la piel y la flecha,
todos,
inertes en mi imaginación,
mientras mis manos reían,
sombrándose a la idea de ser luz,
de saber que he sido,
ésta vez,
otra vez,
otra vez,
yo, sola, conmigo.
-

     Y otras magias.


martes, 3 de junio de 2014

Morirse de miedo


Imagínate que nadie te reprocha
 toda esa tristeza durante 
un par de días.
 Imagina que se limitan
 a hacerte ver 
lo opuesto.



Aquella chica triste tenía la cara salpicada de pecas. Yo le habría contado un cuento por cada una de ellas. Me hacía gracia cuando el sol le daba de frente y arrugaba la nariz para poder seguir mirándome a los ojos. Se llamaba Lucía, o Sara, o Sofía. Yo nunca llegué a llamarla por su nombre, pero la quise como no he vuelto a quererme a mí mismo. Decía que si manteníamos el secreto sería todo mucho más fácil. No llegué a entenderlo, sobre todo cuando se ponía sobre mis muslos a contarme sus desastres, o cuando se reía en el coche mordiéndose el labio, o en las tardes en que practicábamos qué hacer si al día siguiente se fuese a acabar el mundo. Ella quería morir me miedo, de amor, de amar. Lloraba con la mayoría de las películas, cantaba casi siempre, bebía sola, y conmigo. Y ahí éramos iguales.

Anoche, hace dos días, o hace tres vidas se fue Lucía, o Sara, o Sofía, para llevarse el mundo, para acabar con todo sin darme tiempo a arrancar el coche aquella tarde; muriéndose de miedo, de amor, de amar.

domingo, 25 de mayo de 2014

Lo breve del idiota


Lo llamaremos cobardía
por ser domingo.


Podría textar versalmente toda esta rabia y no terminaría en poema:


 Tratamos de justificar todo, 
disimulándonos ante ojos que espejean e interrogan lo que somos,
menospreciando nuestra propia condición de poetas.


miércoles, 14 de mayo de 2014

El mar que nos tenemos.






El vino era por si venías, 
que no te confundieses. 
(Cualquier domingo)



Si no eres capaz de imaginarte un mar en los tejados,
aquí estás perdido.

Las apariencias engañan,
que te aparezcas, también,
y hoy me ha parecido verte sonreír,
disimulando, torpe, en el escaparate
mientras creía verme por dentro.

Embobada con la imagen,
como una niña frente al puesto de helados,
me he quedado relamiéndome las ruinas,
que no es lo mismo que saborear los destrozos
y encontrarme lo que queda de mí sin ti,
y tú tan entero.

Tengo los dedos mojados y en las yemas
he sentido el retumbar de los tambores
que guardabas en el pecho.
Tú ya me entiendes.
Y ahí, en plena sinrazón,
me he dicho que las apariencias engañan,
y yo, ya llevo más de un rato imaginándote.


Y es que qué putada es cuando alguien se lleva tras de sí
los adjetivos que querrías para hablar de tu propia vida.
Y qué culo tan bonito tienes.


El mar que nos tenemos es la mezcla
de sudor y lágrimas de la última noche. 
Si te escuece es que se cura, vida,
y si no te llamo 
es para encontrarme,
de una vez por todas,
el umbral del dolor que ya no siento.


miércoles, 7 de mayo de 2014

Sobra lo que falta.


Hace tiempo alguien se puso unos pantalones
seis tallas más grande
y aprendió a quitárselos sin llorar.



Aquí faltan te quieros galopando entre el jadeo y el gemido.

Sobra la duda ante lo que tachan de distinto, de prohibido. 

Faltan polvos en los baños de los bares.

Sobran paredes grises, muros, políticos y bocas llenas de cinismo. 

Falta revolución a gritos. 

Sobran imbéciles que juegan al amor arrastrando sus fracasos por las faldas que se acercan. 

Faltan valientes que nos miren a los ojos sin mirarse a la entrepierna.

Sobran musculitos, posturitas, tronistas, carroñeros. 

Falta cantar desnudos y bailar sin miedo. 

Sobran los bises después del adiós. 

Faltan labios que se muevan al detalle diciendo un ‘joder, te estoy echando de menos’. 

Sobra hambre, guerras, ricos y engaños. 

Falta risa  y hacerle cosquillas a todo el daño. 

Sobra el egoísmo enmascarado de dolor, de ausencia de sentimiento.

Faltan cojones, ovarios, canciones y bares abiertos.




Ni nos sobran ganas,
ni nos falta certeza,
vida,
pero hay que seguir luchando,
y ahí,
 está la diferencia.

martes, 29 de abril de 2014

La del norte.


En plena huída.
Aeropuerto de Bruselas

Me abrió la puerta apartando al perro. Estaba a medio vestir. Llevaba unas braguitas negras que no terminaban de verse cubiertas por la amplia camiseta gris de tirantes, que sí dejaba entrever sus diminutos pechos. Seguro que en mitad de tanta tristeza no habría reparado en la idea de que yo acababa de entrar, olvidando, así, el sujetador en algún rincón de la casa. No hizo amago de taparse y yo tampoco me atreví a abrazar aquella desnudez a la que no me tenía acostumbrado. Ella siempre se decía así en la soledad.

Tenía los ojos llorosos y el pelo enredado en una trenza a medio hacer. Apenas me había llamado con lágrimas en la boca hacía una hora, y yo, ya estaba allí, plantado en aquel pasillo vacío de muebles. Sostenía un porro en una mano y en la otra la poca cordura que le puede quedar a alguien en estos casos.

Respeté su silencio en el sofá. Así nos entendíamos. Sólo cuando ella empezó a hablarme de aquel hijo de puta le brindé mi áspera ternura apartándole el pelo de la cara, como solía hacer mi madre conmigo.

Se sorbía los mocos con la habilidad de una quinceañera desolada. Negaba con la cabeza constantemente. Aspiraba el humo de la manera más sensual que os podáis imaginar, y mira que había visto a mujeres fumar. Estaba guapa hasta en ese estado.

¿Qué cabrón podría dejar pasar a esa mujer?- pensé.

Me lo había preguntado desde que la conocí en mitad de Gran Vía. Estaba tan perdida con ese acento del norte y aquella enorme maleta buscando qué sé yo qué en mitad de tanta gente, que me ofrecí a ayudarla.

Buscaba un hotel a media hora de allí, a un hombre que también andaría a esa distancia. Estaba irremediablemente enamorada cuando subió a mi coche por primera y única vez. Creo que yo también. Y ahora estaba rota. Rota por ese mismo tío.

Desde esa vez nos habíamos visto cuatro veces, contando con ésta. Una por casualidad. Las otras dos, por motivos que no me voy a parar a explicar.


Pero ahí estaba yo, en su casa, sosteniéndole el pelo. Mimando a aquella frágil mujer que había querido ciegamente a algún idiota que no es capaz de recogerla en un aeropuerto.

Mojándome las manos con las lágrimas de una mujer que nunca se fijaría en un tipo como yo.




lunes, 21 de abril de 2014

En todas partes



El tiempo vendrá a darme la razón,
 a quitarme tus silencios 
y las bragas con la boca,
 vida.


Donde yo veo amor,
 otros, ruido.
Amberes, Bélgica.
 (Marzo 2014)



Cualquiera que nos oiga
pensará que estamos locos por dejarnos:

tú por mí,
  yo por tus vicios.
 -
Cualquiera adivinaría en qué invertimos
el tiempo que no tenemos,
y a ver quién es el tonto 
que no nos pide un deseo.

A ver quién no se queda boquiabierto
al vernos pasar fugaces;
de la mano algunas veces,
y de miedos, 
casi siempre.

Cualquiera diría que no te quiero al marcharme,
que me orgullo al quedarme,
que no estoy haciendo bien,
que te darás cuenta tarde.

A ver quién nos salva este lunes,
qué coño le digo al martes.

Cualquiera que nos oiga 
pensará que estamos locos
por dejarnos de querer 
en todas partes.



-

miércoles, 9 de abril de 2014

un todo en la boca.


Poezie.
Gante, marzo 2014. 


desayunar en el bar. una falda corta. un buen poema. un pésimo poeta. que la deuda sea impar. que te quieran bien antes que mucho. la cerveza mejor tirada de Malasaña. el primer beso. un balcón lleno de flores. quedarse a vivir en Granada. volver al mar. una ducha fría. los nervios antes tatuarte una vida. el último sprint. un domingo de otoño. fumar hierba. un café cargado. la de Quique que ya no me hace llorar. perderse en el campo. octubre. sudar un portal. follarse al invierno. que suene Sabina. levantarme contigo. que gane el Barsa. cantar en la ducha. y en el coche. y en la cama. un abril devuelto. un solo de guitarra. llegar a tiempo. hacer otra maleta. la última canción de la Volvo. la luna llena. y vacía. unas pupilas que no mientan. un vermú que se alarga. el sur del que te hablo. un lunes menos triste. irse lejos. torrijas todo el año. una copa de vino. que vengas. mancharse los dedos en la calle Navas. recorrerse Gran Vía. un verso escrito en la pared. gritar sintiendo.ver Cuenca temblando. probarse un bikini en enero. bailar lento. que cuides de mis tobillos. que llueva donde sabes. que sonría un niño. que sea todo por mi culpa. que me la quites lento.


no sé si me explico.









domingo, 6 de abril de 2014

tres muertes en menos de dos minutos






dice que me quite la pena de los ojos.
que estoy más guapa.
y suavemente,
con sus largos dedos
me retira el flequillo
para mirarme de frente 

¿ves? así mejor.

y veo,
aunque no me siento. 
mucho mejor.
no me gusta cuando me observa desde ahí
porque no puedo disimular.
aunque pensándolo bien
tampoco podría hacerlo 
de cualquier otra manera.

no me sé aguantar las lágrimas o la risa.
ni siquiera me aguanto. 
a mí.
a veces.

está apuntándome con su jodida cámara
y va a disparar.
procuro distraerle.
le preguntó que qué hago contigo.
dispara.

ya sabes que no soy de dar consejos. 
y menos a ti. 
- lo dice siempre, 
como lo de que confía en mí 
y sabe que tomaré la decisión adecuada.-

guardo silencio.
no me atrevo a mirarle. 
con esta cara de abismo
                                ahora 
                                      sólo 
                                         pienso 
                                                en 
                                                  tirarme.

pero me ve.
dispara.

pongamos que sí.
un jodido círculo vicioso 
en el que salgo perdiendo. 
pero ME HAGO FELIZ.

-suspiro. me deja vivir-

pongamos que no.
me arrepentiría.
me arrepentiría. 
¿me arrepentiría?

guiña un ojo. 
dispara.



si no me fallan las cuentas 
llevo tres muertes 
en menos dos minutos. 
muertes en blanco y negro. 
muertes que caen en no. 
que caen en miedos.

entonces vuelve a poner la canción.
si la escuchas dos veces suena mejor.

le abrazo.
aparta el arma.

y me abraza.


y vuelve a sonar para dolerte un poco menos.



-

viernes, 4 de abril de 2014

calla, que te dueles.






El día de abril
en que volviste 
con mi nombre
en las caderas.



¿y qué haremos al alba,
cuando seamos dos perfectos desconocidos?
yo te lo voy a decir…
pondremos el mantel, tú quédate a mi lado
a comernos al amanecer lo que quieran las manos.


lo peor no es cuando nosotros mantenemos la distancia.
lo jodido es cuando nos mantiene así ella.
a nosotros.
que creíamos tener todo.
c-o-n-t-r-o-l-a-d-o.

y ahí no hay quien me calle.
salvo cuando hablo de mí
porque dices que parece 
que me hago daño.
y te duelo.

tú haz lo que yo haría si nos quisiésemos bien.
y entiende que tengo nombre de madrugada
porque es cuando más veces he llorado.
aunque le haya llamado risa a todas las noches.
de insomnio.
en que tú llamas.

entiende, también,
que diga que hay caderas mudas
y otras que no tienen nada que decir,
y esas últimas son, justo, las que se despiertan solas
después de haber gritado toda la noche mi nombre.

mira mi cabezonería llevándome de la mano a otra hostia,
mira que esta pared lleva tu nombre.

mira que esas caderas llevan el mío.


martes, 1 de abril de 2014

Todavía llegan cartas después de la guerra.


Sólo confío en las personas y en las ciudades 
que no tienen miedo a arder.
Pregúntaselo a Troya.




Nico haciéndome reír, 1 de abril.



por aquí todo sigue como me dejaste,
y no es poco.
sigo teniendo las manos frías,
bebiendo vino cuando te dejas
y prefiriendo los domingos a cualquier mes.

me sigue temblando el pulso al hacer la foto,
escribo más de lo que debería
y olvido lo necesario,
aunque todavía recuerdo tu nombre.

cambio de historia si algo me lleva a ti,
y no pierdo la sonrisa si aprieta el frío este amanecer.
me visto rápido para no perder el calor
que me has dejado en el sueño,
y alargo las duchas como cuando estabas,
como si el dolor del agua corriese a cargo del hotel.

sigo apostando por el corazón
cuando la razón se empeña en teorizar un sentimiento,
y cuando canto en el coche esa canción
imagino que me miras como un loco,
a punto de estallar desde tu asiento.

no he vuelto a ponerme las braguitas negras
que me quitaste la primera noche en Granada
y desde que tú, ya casi nadie.
y correrse sola no tiene gracia si tú no te ríes.

aún no me sé el horario de los trenes,
y cuando llego, 
siempre creo que el que acaba de pasar
podría llevarme a tu casa,
o yo que sé, como poco, descarrilar de camino.

también sigo haciendo maletas y planificando viajes,
no sé, por si te apetece follar en un aeropuerto.

marzo ni siquiera ha dejado de llover por si vienes.
y por si no, 
ya tengo la excusa 
y el suficiente miedo
como para empezar a hundirme en el charco 
que juntos, casi seguro,
hubiésemos pisado.


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domingo, 16 de marzo de 2014

de esta manera (y las que vengan)


Una Musa que se parece a ti. (Pimpilipausa)


duermes poco. 
aunque tú solo lo llames ‘hacerlo sin mí’. 
y después de todo aún pretendes hacerme creer que no te cuesta.
y parece que duele menos si le quitas tú la importancia.
sueñas todo el tiempo.
te doy que pensar y no es justo. 
aunque yo también piense en ti. 
de otra manera. 
de otra manera. 
de otra manera
aunque te de qué escribir. 
que escribir.
mientras esperas. 
mientras esperas
otra vez. 
seguro que pones la canción que tanto te gusta.
esa que me enseñaste.
cierras los ojos. 
vuelves a hacer como que duele menos. 
porque eres única
y lo sé. 
eres todo casualidad.
y no juegas con ello.
para quedarte a jugar conmigo.
y vuelas alto.
y también lo sé.  
y también sé que te irás. 
volando.
porque yo tampoco podría aguantarme tanto tiempo. 
así.
de esta manera.

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domingo, 9 de marzo de 2014

que ¿qué?




La primavera en Granada, 
o viceversa.
Marzo 2013.


-¿Quién te trae por aquí?

No sabe lo que dice hasta que habla de ti.
(y le tiemblan las palabras, 
al igual que las piernas 
cuando estás de por medio)

Entonces, 
mira con disimulo a ambos lados 
y reconoce el empedrado de esos ojos,
o de tus calles.

Traga saliva,
se muerde 
ligeramente
el labio superior
(y todo el tiempo sin veros),
apoya la lengua en el cielo de la boca 
y luego, 
dice tu nombre.


Suena fácil, ¿no?

Pareces 
          la respuesta 
                           a la pregunta 
                                             que nunca 
                                                           nadie 
                                                                  se había parado a 
                                                                                            besarte.


-Ángel

martes, 18 de febrero de 2014

No sé qué esperáis de mí.




18 de Febrero, por si habías creído perder la costumbre.

Iba a levantar una ciudad después de las cenizas que ha dejado el incendio. No sé qué esperáis de mí, que tengo por cimientos flores. Que no he dejado de dormir al raso de unos ojos que no piden más de lo que doy. Que sigo soñando con caravanas, que recorren de arriba abajo todo lo que una vez me hizo daño, y ahora, mírame, no cedo al paso de la risa. Y por mucho que las sórdidas autopistas digan que son mejores que mis caminos empedrados, yo es que siempre he sido de llegar tarde al amor.

lunes, 17 de febrero de 2014

Ojalá. Qué.

Ojalá sepa empezar. 

Por donde tú no lo esperas. 

Y te sorprendas. 


He olvidado la fecha. Y el nombre. (Perdóname, Emi).


Ojalá que reinvente los tejados 
sin pararse a mirar en lo inestable de tus cimientos. 
Y allí, plantarte flores. 

Que use ropa interior negra.
Que se la quites lento.
Que tenga las manos frías 
y te mire a los ojos follando.
Que se vea en los tuyos haciendo el amor.

Que camine pisando charcos 
y señale al cielo como si se supiese, 
de memoria, tus lunares. 
Que no quiera aprendérselos para vivirte de nuevo. 
Que sea un caos. 
De memoria, también. 

Que tarde menos que tú en peinarse 
y quiera abrazarte recién salido de la ducha. 
Que no haga falta el agua para ese gesto. 
Que te coja la mano, el brazo, el mundo.
Que no sea por vidas, gata.

Que te haga saltar, sudar, reír, 
y feliz
Y que no se olvide de esto último. 
Que se invente la hora y te ponga en la que ella quiera. 
Que llore hasta olvidar y que olvide para no verte llorar.
Que encuentre una puesta de sol en cada madrugada. 

Que no veas que está de puntillas en mitad de un ‘te quiero’.
Que tú aprendas a saber decirlo a tiempo.


Que sea.
Que ella. 
Pero que te recuerde a mí.
Que escueza.
Así, un poco menos, callejera.