miércoles, 14 de mayo de 2014

El mar que nos tenemos.






El vino era por si venías, 
que no te confundieses. 
(Cualquier domingo)



Si no eres capaz de imaginarte un mar en los tejados,
aquí estás perdido.

Las apariencias engañan,
que te aparezcas, también,
y hoy me ha parecido verte sonreír,
disimulando, torpe, en el escaparate
mientras creía verme por dentro.

Embobada con la imagen,
como una niña frente al puesto de helados,
me he quedado relamiéndome las ruinas,
que no es lo mismo que saborear los destrozos
y encontrarme lo que queda de mí sin ti,
y tú tan entero.

Tengo los dedos mojados y en las yemas
he sentido el retumbar de los tambores
que guardabas en el pecho.
Tú ya me entiendes.
Y ahí, en plena sinrazón,
me he dicho que las apariencias engañan,
y yo, ya llevo más de un rato imaginándote.


Y es que qué putada es cuando alguien se lleva tras de sí
los adjetivos que querrías para hablar de tu propia vida.
Y qué culo tan bonito tienes.


El mar que nos tenemos es la mezcla
de sudor y lágrimas de la última noche. 
Si te escuece es que se cura, vida,
y si no te llamo 
es para encontrarme,
de una vez por todas,
el umbral del dolor que ya no siento.


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