domingo, 16 de noviembre de 2014

Por eso y por muchas más cosas

Al sol duele menos 
cualquier mañana de 
noviembre.




Que lo mismo no sabe estar 
a la altura de las circunstancias 
cuando le apriete el cansancio 
y yo aún no quiera irme a dormir. 
Que me resulta difícil imaginarle 
vacío de tanto sexo 
cuando sólo son las seis. 

Que a lo mejor no sabrá 
qué cara poner cuando me abrace 
a su entrepierna por debajo de la mesa 
y debamos mantener la compostura 
ante el resto. 

Que quizás tiemble 
ante una mezcla de escorpiones 
y cometas al hacer la maleta 
para dejarnos  
en cualquier estación. 

Que tal vez no va a saber qué contestar 
cuando le diga que qué le parece 
esto que escribo, o en el peor de los casos, 
que lo mismo no me entiende 
cuando me eche a llorar tras un poema. 

Que a lo mejor es de los que mantiene 
la mirada fija, retirada del escenario, 
porque lucha por contener las lágrimas 
cuando sabe que estoy hablando de él. 
Que quizás tampoco conoce Lisboa, 
o probablemente no le guste la comida tailandesa, 
o no sepa bailar salsa. 

Que lo mismo le da a él más miedo que a mí 
la falta de equilibrio, lo de mis tobillos 
y andar cogidos de la mano. 
Que tal vez preferiría a alguien 
que no cayese en domingo, 
pero es que yo ya no tengo remedio. 

Que a lo mejor no conoce de memoria 
el camino de vuelta a un abrazo, 
o uno de Salinas, o el mapa de la vida; 
pero besa mis delirios, 
se acurruca junto a mí cuando hace frío, 
me borra los esquemas 
y se queda a verme bailar 
hasta que se corre el telón.




Por eso y por muchas más cosas.

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