-A las musas, que me hacen parecer a los ojos
del resto una multipolar cualquiera, sin saber que sois tantas, tantos, tintos
los que inspiráis soledades. Ojalá todos encontréis vuestro hueco. -
Escribo a lo que no tengo, a las musas que me
matan de celos. A los segundos que nos dejan para pensar los semáforos en rojo,
a los besos en que deberíamos invertir ese tiempo y a las noches en la parte
trasera de un sueño. Escribo, describo y pinto en papeles, servilletas, paredes
y cuerpos. Escribo con rabia, a veces, deseo, me mata la pena o llora el
silencio. Escribo para no olvidar o tal vez para saber acabar con los buenos
recuerdos. Escribo matando vidas, lloviendo suerte o llenándoos de sexo.
Escribo porque el insomnio se deja tocar en cada esquina, porque hay canciones
que no tienen cojones a hablar de ti y porque nos sobran los motivos (pero
explícaselo tú al cielo). Escribo para no pensar en la musa de ojos verdes, que
fuma y me ha visto de espaldas al río. Escribo a las calles que no necesitan
farolas porque les sobran con la luz de las sonrisas, a las faldas traicioneras
y a los que buscan cualquier excusa para llenar una tarde de cervezas. Al de
Madrid, que por tanta letra, jamás leerá esto. A los que regalan abrazos y a
los que se han enamorado en lo que dura el trayecto del ascensor. A la de los
ojos con pestañas al cielo. A la que se ha perdido en Cuenca pintando más de un
cielo. Al que fue tan buen amigo, que se alejó a tiempo. A los que corren y no
por cobardes, porque le llevan ventaja al tiempo. Al que le gusta mi voz al
teléfono y las noches de comernos. A esas parejas con las que me meto. A los
que ya no están porque les acojonan dos versos, a los que se mueren de sueños y
a los que esperan sin suerte la llamada de alguien, que seguro, es otra puta
musa cualquiera. Escribo a los que escriben y cantan, temblando, sinceros. A
las dos que me matan de amor. A la que me debe un concierto y me es fiel, por
encima del resto. A los del sur, que siempre me guardan un hueco. A los de
aquí, que a veces, les quiero y a los que por unas o por otras, están algo
lejos. Al que juega a invitarme a chocolate, a unos ojos negros. Escribo porque
tras la terapia de choque, siempre te salvan con los abrazos más sinceros.
Escribo a los que se rapan al cero, al que grita y al que se para a llorar en
el metro. Escribo a la primavera porque se ha follado al invierno. A Abril,
porque Octubre le echa de menos. A los que tocan en la calle y se mueren por un
techo. Escribo porque admiro al de mi lado, por exceso de vicio o por falta de
juicio. Al de Granada, que no le importa la distancia, si sólo nos separan
versos. Al que ha sido todo, que sabe es eterno. Escribo porque mi madre lo
hacía y a mi padre seguro que también le enamoró. Escribo porque me sobran
silencios y me inspiran los aeropuertos. Porque me dan miedo las despedidas,
los puntos de sutura y los “cura-sana” sin una sonrisa que escuece que no sea
la tuya. Escribo porque el mundo necesita asegurarse de que estoy enamorada,
que estoy a punto de saltar o que ando al borde de la soledad. Escribo porque
me gusta engañarme, porque los domingos lloran y porque con dos de azúcar no
puedo endulzar las lágrimas de resto. Escribo para cambiar realidades y para
levantarnos del suelo.
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