viernes, 26 de abril de 2013

Arrugas en el tiempo




Ya pasó.
No sé cuándo, cómo ni porqué.
Pero pasó.
Como pasan las cosas,
como pasan las musas,
como pasa la vida.

Pasó como un huracán,
desolando versos.
Unas veces lento como el invierno
y otras sin dejar siquiera pedir el deseo
a las pestañas que se llevaba consigo.
Pasó como tuvo que hacerlo,
dejándose los rotos, suturando las heridas.
Con alcohol,
con nicotina.

Pasó de largo, sin mirarme,
como otros tantos.
Pasó entre mis piernas y me dejé hacer.
Me deshice.
Pasó dejándose la vida en cada beso,
borrando las baldosas de los baños,
empapando de sudor habitaciones
y mezclando las lágrimas con el mar.

Supo quererme, igual que yo a él.
A veces, incluso nos llegamos a valorar
como tantas otras parejas.
Medía mi tristeza,
me encerraba entre papeles
y me daba tinta para verme llorar.
Me enseñó a ver que esa era yo
y que me necesitaba por encima del resto,
hizo que viese mi ombligo.

Me llevó a otras ciudades,
enfrió café hirviendo,
paseó a mi lado mientras me veía romper baldosas
y más de una vez me recogió del suelo.

Con bolígrafo rojo le tachaba
de mentiroso, de galán, de caballero.
Fue haciendo y deshaciendo a mis espaldas,
poniéndome en bandeja mil pecados,
en carne, en huesos, en canciones olvidadas.
Él me tachaba de incrédula,
de inocente, de princesa.

Me dejó lo mejor cada mañana,
me hacía el amor
con olor a tostadas recién hechas.
A ambos lados del camino
dejó siempre algo dulce
para no perderme, por si quería volver
y prometió no dar de comer a las hormigas
malgastando el pan que tanto le había costado.

Puso obstáculos, no era una historia perfecta.
Rompió los cuentos con final feliz,
que por ahora no estaban escritos para mí.
Me dio de él tanto como le pedía,
era mi excusa perfecta para perderme,
para encontrarme en los bares, en los días.

Hoy se lo debo todo,
porque le sigo tachando,
porque aún le necesito.

                                          

¿ Quién no (te) necesita, tiempo?


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