viernes, 18 de octubre de 2013

Lucía.







Y allí estaba, abandonada a otros labios de alquiler sin compromiso de venta. Carmín rojo, escote roto. Por su cama veía pasar huéspedes con la facilidad de quien recuerda en momentos de flaqueza a un primer amor. 'Cuarentaitantos' daños cosidos de whiskey seco. Un piso derrumbado en los brazos del cabrón al que amó, un techo de golpes e insultos, paredes que dan a la calle, porque eso son, muros de bullicio que no abrigan. Sucias aceras grises, saliva ajena en los resquicios infectados de jeringuillas por donde pisa, venas que se rompen al recordar el cariño que no le dieron por ser quien era, por decorar esa esquina de ' te quieros' que nadie quiso, por ser puta de mirada negra y piel manchada.

Ella es Lucía.
Y ella, cada día, se apaga.

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