Si no fuese porque al llegar me faltaban horas de sueño —que no de besos— te hubiese escrito que las musas han estado rondando por mi cabeza durante estos días. Se subían al escenario y bañaban de rimas a los que estábamos con cervezas de más, con los pies en el cielo. Volaban a medio metro del suelo, manteniendo el equilibrio en una estrecha cuerda que unía versos. La nicotina se me pegaba al pulmón, no sin antes pasar por sus manos para endulzarla, dejándomela en besos, en versos en los labios. En sus ojos ni una nube, el mar eterno. En los míos, la tierra.
Musas que viven lejos, musas de mar, musas con acento catalán.
Lo bonito es cuando una se trae tantos moratones en el cuerpo como besos te ha regalado la primavera de unos ojos, de sus ojos.
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