Confieso que nunca había creído
que tanta magia en la mirada
cupiese en un cuerpo de mujer,
y así ha sido.
Mientras no estabas,
me licencié en la locura
que dicen que guardas
cuando miras de reojo
y preguntas que qué espero de ti,
si ya no entiendes mi juego.
Paseas distraído
sin saber que me he cosido
al azul de tu chaqueta
por miedo a hacerlo
al de tus ojos y ahogarme,
ahora que ya no remas,
ni creo que me merezca
el hueco que dejan tus hombros.
También te confieso, amor,
que desconozco tus cartas,
tus miedos,
tu risa
o el tacto de tu pelo;
que has puesto tan lejos el cielo
que peco de soñadora al mirarte,
y mírame,
que ni en el infierno me quemo.
Yo me he hecho cicatrices en tu nombre,
te has grabado con la tinta que rebosas
y has cambiado el corazón por uno nuevo,
tus palabras ahora hablan
de los cuerpos que conozco,
que recorro,
que prometo,
y créeme que no es tan bueno.
Ahora miras –enamorado- a estúpidas como yo,
que nos quedamos pensando
y no dudas al cambiar
el camino empedrado por el suave asfalto,
pero no olvides, mi vida,
que las flores siempre crecen a los lados.
-Al que ha sabido cambiarse de acera
cuando nos cruzamos,
y cuando no.
Aunque nadie lo entienda,
me has robado un par de insomnios.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario