Se corre la voz (o la vida) de verme pasear a deshoras por
el filo de tus sueños, apenas sin hacer ruido, calmando tu sed y tachando de tu
lista el millón de caricias que te debe algún dios. Nos encontramos sin
buscarnos en el mapa de la vida, esquivando sentimientos conflictivos y
deseándonos en cada copa, saciando miradas inundadas de la lluvia que provocas.
Tú, que adoras mojarte de sonrisas y contagias esa risa huracanada que provoca marejadas,
de tu playa en mi costa, de tu brisa en mi pelo y mis ganas en tus dedos. Ven,
que vamos a salvar al mundo desde mi cama, incendiando los polos de tu cuerpo y
dejándonos guiar por el norte que marca el placer de tenernos.
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