Sí, no estaba tan mal.
Era Sara recién levantada. Bien podría llamarse Lola, María
o Violeta, eso daba igual, porque cada noche elegía el nombre que le convenía.
Era Sara. Cuatro letras, para que luego digan que no cabe todo el arte en cuatro
trazos de pintura. Era Sara en ropa interior, el pelo recogido en esa especie
de moño mal hecho con el que había dormido toda la noche y su gato en el borde
de la cama. Sara contra el espejo, lucha de realidades. Sara con su taza de té y
esa extraña postura que adoptaba al sentarse. Sara escribiendo desde primera
hora de la mañana lo que había soñado, para así no olvidarlo y cuando tuviese algo más de tiempo, conseguirlo.
De Sara no tenía más que el nombre, el resto era un presente
que desnudar en las teclas de un piano que a medida que se toca va sonando a
futuro, en blanco y negro, claro. Sara era dulce y quebradiza, dispuesta a
dejarse el corazón en las turbias esquinas de la ciudad, ya fuese en la mano de
un mendigo o en la cama de otro cabrón, que seguramente tuviese una sonrisa de
piedra y la capacidad de construir un castillo en la primera cita. Un castillo
que terminaría cayendo, bien a la mañana siguiente cuando ella se despertase jodidamente
sola, o en el peor de los casos, un castillo que se iba llevando el viento con
los días, mientras Sara sostenía el móvil, vacío de aquellos cabrones que
prometen, venden y matan sentimientos.
Y otra vez a remontar. Sí, no estaba tan mal.
Sara era inocente, y sería por eso que había besado tantos
cielos y lunares que podría construir una constelación entera a los pies de su
cama, donde la esperaba el gato para desayunar. Un té hirviendo, en el mejor de
los casos calmaba el frío de su cuerpo en pleno Agosto, el hielo que deja la
ausencia de alguien que fue durante un par de noches sudor, y ahora es todo
lágrimas.
—Seré
gilipollas. Nunca cambiaré— se gritaba en silencio.
Y cada día cambiaba de corazón, de nombre y de sueños.Pero
nunca podría dejar de ser esa ilusa, sensible y sentimental Sara que se deja la
vida con cada persona que le devuelve una simple sonrisa, era su manera de sobrevivir a un mundo plagado de tristeza.
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