lunes, 10 de junio de 2013

A ratos de Sara.

Sí, no estaba tan mal.

Era Sara recién levantada. Bien podría llamarse Lola, María o Violeta, eso daba igual, porque cada noche elegía el nombre que le convenía. Era Sara. Cuatro letras, para que luego digan que no cabe todo el arte en cuatro trazos de pintura. Era Sara en ropa interior, el pelo recogido en esa especie de moño mal hecho con el que había dormido toda la noche y su gato en el borde de la cama. Sara contra el espejo, lucha de realidades. Sara con su taza de té y esa extraña postura que adoptaba al sentarse. Sara escribiendo desde primera hora de la mañana lo que había soñado, para así no olvidarlo y cuando tuviese algo más de tiempo, conseguirlo.

De Sara no tenía más que el nombre, el resto era un presente que desnudar en las teclas de un piano que a medida que se toca va sonando a futuro, en blanco y negro, claro. Sara era dulce y quebradiza, dispuesta a dejarse el corazón en las turbias esquinas de la ciudad, ya fuese en la mano de un mendigo o en la cama de otro cabrón, que seguramente tuviese una sonrisa de piedra y la capacidad de construir un castillo en la primera cita. Un castillo que terminaría cayendo, bien a la mañana siguiente cuando ella se despertase jodidamente sola, o en el peor de los casos, un castillo que se iba llevando el viento con los días, mientras Sara sostenía el móvil, vacío de aquellos cabrones que prometen, venden y matan sentimientos.

Y otra vez a remontar. Sí, no estaba tan mal.

Sara era inocente, y sería por eso que había besado tantos cielos y lunares que podría construir una constelación entera a los pies de su cama, donde la esperaba el gato para desayunar. Un té hirviendo, en el mejor de los casos calmaba el frío de su cuerpo en pleno Agosto, el hielo que deja la ausencia de alguien que fue durante un par de noches sudor, y ahora es todo lágrimas.
Seré gilipollas. Nunca cambiaré se gritaba en silencio.


Y cada día cambiaba de corazón, de nombre y de sueños.Pero nunca podría dejar de ser esa ilusa, sensible y sentimental Sara que se deja la vida con cada persona que le devuelve una simple sonrisa, era su manera de sobrevivir a un mundo plagado de tristeza.

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