domingo, 23 de junio de 2013

Un tren al que subirnos

Esclava de una clavícula por donde no pasa el tiempo,
amarraste tu prisa a los salientes de mi cuerpo
y plantaste primaveras con la alegría que traías en las manos.
Llevaba más de un año esperándote al otro lado del amor,
contagiándome de los versos que te venden en los bares,
tan baratos que emborrachan sus carencias (tú lo sabes).
En conjunto y con los dedos sumábamos un millón de derrotas,
el castigo de hacernos caminar con un pañuelo en los ojos,
anhelando libertades y escondiendo el dolor de otras batallas.
Con miedo nos cosimos en caricias, con limón nos besamos las heridas,
nos quisimos por escrito y sin palabras encontramos nuestra vía,
nos montamos en un tren que dime tú si descarrila,
lo conduce un tal destino, no me digas dónde vamos,




pero yo ya veo tu luz al final del túnel.

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