-Cuéntame ese cuento para no dormir, mi favorito, el de la
mariposa con enormes alas que se abrían para ver la vida.
Bien, amor, empezaré por el prólogo, y tú, serás mi
mariposa, las alas son tus kilométricas piernas que parecen que vuelan al andar
cuando te pones esos vestidos que tanto me gustan, o cuando te cuelas en mi
cama, con ganas de jugar al escondite y te recuerdo que no hay más de un metro
y diez centímetros de locura compartida. Esas alas que se abren dulcemente a la
vida y me recuerdan que cuando quieres volar, subes y bajas del cielo sin
movernos de mi cama, esas alas que te incitan a correr por el pasillo en plena
guerra de almohadas, a dar saltos para aplastar con tus cincuenta y tantos a los problemas que nos aparecen en el camino,
pero sobretodo, idolatro esas alas que me abrazan por las noches, que se posan
en mis piernas cuando bajamos del cielo y aceptas compartir sueños una noche
más. Porque amor, adoro esas alas, te adoro a ti, pequeña mariposa, porque te
respeto cuando vienes o vas, cuando haces y deshaces a tu antojo, porque así
eres, mariposa, y nunca deberían privarte de esa capacidad que tienes de volar
por encima del resto de los mortales, porque estás hecha de sueños y de ganas
de vivir, y yo, nunca me atreveré a quitártelas, soñadora.
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