martes, 29 de enero de 2013

De mi cielo a tu hormiguero.





Hoy vuelve a sonar tu canción, y habla de atardeceres, de puestas de sol y puestas sin ti, pero no por ello menos puestas. Maldita hormiga, protagonista de la primera recaída, de mi cielo a tu hormiguero, regado con la recolección minuciosa de palabras de amor que escribiste para mí.  A veces vuelves, pero lo cierto es que nunca te has ido. Juntas hemos odiado -sin saber verdaderamente quiénes son- a las cigarras, no por seguir el cuento, sino por el placer de compartir un rato juntas. Maldita hormiga, te recuerdo con tus artes de pesca y sabiduría que me extralimitaba en temas de trufas y campo, tu campito. Es cierto que te echo de menos, y que no son tus tres pares de patas las que me rondan el ombligo, pero he ido pasando hojas, escribiendo en tu minúscula espalda de insecto a raíz de tu partida, desahogando sentimientos y llorando tinta de olvidarte. Aún te recuerdo jugando por mi vida, ganándote sonrisas y escondiéndonos del mundo para espiar las estrellas(o que ellas nos espiasen a nosotras).
 Los más sabios se atreven a decir que si desaparecen las hormigas - si desapareciésemos-, el mundo quizás perdería su color y sería mucho más grave que aquel meteorito que desoló la Tierra y nos alejó, dejándonos a cada una en una orilla del inmenso río donde nos amábamos de la forma más pequeña posible, a nuestra manera, imperfecta. Por ello, querida hormiga, me niego a desaparecer, nunca hemos sido tan egoístas; sabes que no podemos hacerlo. Seguiremos cada una a un lado, sabiéndonos nuestras en sueños, y bañadas por el mismo manto de estrellas que alguna que otra noche nos ha visto sonreír mientras nos lamíamos con palabras el alma. Todo sea por el bien de la humanidad. No desaparezcas. Porque las lágrimas desaparecen, todo lo que te/me has dicho desaparece, se olvida o se transforma, hasta incluso el dolor o la alegría desaparecen. Pero esto no, hormi, por eso te lo dejo aquí, para que nunca lo olvides.




Siempre.

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